La clase empezó normal… y terminó cambiándome la vida
Llego un día a clase como siempre. Nada especial. Calentamiento, explicación rápida, dos chistes para romper el hielo… lo típico. Yo pensaba que iba todo perfecto. El grupo atento, ejecutando el combo, buena energía. Hasta que vi a uno de los alumnos mirando su kettlebell como si fuera su mayor pesadilla. No se si existe la kettlelfobia, pero aquel hombre la experimento en ese momento. Cara de “esta bola me esta tocando las bol... ya te imaginas”. Me acerqué y le pregunté como iba, si necesitaba ayuda que para eso me pagaban. Me dijo que no, que seguía, que no pasaba nada. Mentira. Ese “no pasa nada” es como el de una novia amigos, siempre esconde algo. Cinco minutos después… llega su momento de coger la kettlel. La clase estaba a fuego cuando el tipo levanta la mano, serio, con una mezcla de frustración y honestidad que la verdad no te apetece mucho afrontar a las 20:00 después de 8 clases. (Los entrenadores sabrán de lo que hablo) Me mira y suelta: “Heriberto… y a mí esto me sale como el culo" Te juro que el grupo entero se giró. Fue como si alguien quitara la música. Silencio incómodo. Yo, por primera vez en mucho tiempo, me quedé sin respuesta. Literalmente. Nada. Cero. Mi cerebro buscaba una explicación técnica y solo encontraba humo. Tenia el mono tocando los platillos. Me di cuenta de que llevaba años haciendo ese movimiento… sin entenderlo del todo. Era como conducir sin saber cómo funciona el coche. Te lleva, pero no sabes por qué. Tuve que improvisar. Paré la clase. Les pedí a todos que se acercaran. Y en ese momento, mientras explicaba la transición para él… descubrí cosas que yo mismo hacía sin darme cuenta. Plano. Ritmo. Inercia. Pivote. Micro tiempos que yo nunca había analizado. La explicación que le di ese día fue la primera donde yo mismo entendí al 100% lo que hacía. Ese alumno no vino a aprender. Ese alumno vino a enseñarme. Y me hizo mejor profesional y un atleta más consciente. Al final de la clase se me acerca y me dice: