📦El mito de Pandora: cuando la esperanza se quedó para quedarse
Cuenta el mito que, cuando los dioses quisieron castigar a los mortales por haber recibido el fuego de manos de Prometeo, Zeus ordenó crear a una mujer tan bella como peligrosa. Hefesto modeló su cuerpo, Atenea le dio habilidad, Afrodita encanto irresistible, y Hermes… la capacidad de la seducción y la mentira. La llamaron Pandora, “la que posee todos los dones”.
Hermes la entregó a Epimeteo, hermano imprudente de Prometeo. Y aunque éste le había advertido que no aceptara ningún regalo de Zeus, el brillo de Pandora le nubló todo juicio.
En su nuevo hogar, Pandora encontró un ánfora sellada. Nadie le había explicado su contenido, solo que no debía abrirla jamás. Y ya sabemos qué ocurre cuando lo prohibido llama más fuerte que la razón.
Un día, incapaz de resistir, Pandora levantó la tapa. Aquello que estaba dentro —cada enfermedad, cada dolor, cada miseria destinada a los hombres— salió disparado hacia el mundo como un enjambre oscuro: la vejez, la fatiga, el hambre, la injusticia, la enfermedad, la desesperación…
Pandora, horrorizada, cerró el ánfora de golpe. Y allí dentro quedó algo más.
La esperanza: su luz brillante la consolaba cada vez que abría el ánfora.
Y aquí llegó el mito a su final.
Pero... lo que quedó encerrado no fue un bien, sino —como interpretaría Nietzsche siglos después— otro mal:
«Zeus no quiso que el hombre arrojase su vida, por cuanto mucho pudiera que los otros males le torturasen; antes bien, le da la esperanza. En verdad, es el peor de todos los males, porque prolonga el tormento del hombre.»
Así visto, la esperanza, entre todos los males, es el más sutil. El más engañoso. El único que no voló libre… porque debía permanecer dentro del ser humano como un mal doméstico.
Los otros males hieren, pero son visibles. Agotan, pero se reconocen. Apuñalan, pero dejan cicatriz.
La esperanza, en cambio, no duele al principio. Se esconde bajo forma de consuelo, como un bálsamo que promete un mañana distinto. Es el lobo que se disfraza con piel de cordero y nos susurra: «Aguanta… ya llegará… espera un poco más…»
Pero al hacerlo, prolonga el sufrimiento. No libera: mantiene atados. No cura: posterga. No impulsa: inmoviliza.
La esperanza engañosa hace que aceptemos lo intolerable, porque quizá, con algo más de paciencia, las cosas cambiarán por sí solas.
Zeus no quería que el hombre se rebelase contra su destino. Quería que soportara. Y por eso dejó la esperanza dentro.
Es ahora cuando el mito deja de ser historia y se convierte en espejo.
¿En qué estás esperando que otro, el tiempo, el destino o la suerte cambien algo por ti?
¿Qué área de tu vida sostienes gracias a un “ya pasará”, en lugar de un “voy a hacer que pase”?
¿Qué dolor estás permitiendo porque la esperanza te ha convencido de que lo soportes un poco más?
Si la esperanza te mantiene quieto, es un mal. Si te adormece, es una trampa.
Y ahora te preguntarás ¿Y qué puedo hacer? Cambia la esperanza por confianza
La esperanza mira al futuro y dice: «Ojalá».
La confianza mira tus manos y dice: «Adelante».
La primera te hace esperar que algo cambie. La segunda te hace cambiar tú.
Quizá sea el momento de preguntarte:
¿Qué puedo transformar hoy, aunque sea pequeño, para que mi vida no dependa de esperar… sino de decidir?
Porque cuando dejas de esperar y empiezas a confiar, la tapa del ánfora por fin se
cierra… y tu vida se abre.
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José Carlos Moreno Perez
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📦El mito de Pandora: cuando la esperanza se quedó para quedarse
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