Éxito Exterior versus Éxito Interior
Durante los primeros 15 años de mi vida laboral, me centré al 100 % en los resultados. Parecía que nadie podía quitarme eso. Si obtenía resultados, era invencible. Sin embargo, lo que importa es el tipo de «resultados». Estaba en el mundo del entrenamiento de fútbol (no americano) y mis equipos fueron muy exitosos. Ganábamos mucho. Pero el éxito externo (en mi caso muy contable) es una cosa, y todos pueden verlo. Pero los éxitos internos tienen valor real. Al igual que en la fábula de la liebre y la tortuga (donde parece obvio que la liebre ganará fácilmente), las victorias externas son evidentes. Sin embargo, la arrogancia de la liebre sale a relucir. Apoyarnos en la reputación, la inteligencia, las victorias pasadas y la habilidad natural nos lleva hasta cierto punto, pero son nuestras victorias internas las que nos llevan al paso final y sostienen nuestro carácter. La arrogancia es solo uno de los escollos, y podríamos enumerar muchos más. Sin embargo, es mucho más útil enumerar aquellas virtudes en las que podemos centrarnos para tener verdadero éxito. Sí, la humildad, la honestidad, la autenticidad, etc. son muy importantes, y todos podemos «mostrar» una cierta cantidad de ellas cuando creemos que es el momento adecuado para decirlo o mostrarlo. Por desgracia, eso es solo una fachada. Según mi experiencia, es fácil evitar el trabajo para alcanzar victorias internas cuando todo «va bien» en el exterior. Sin embargo, la vida no es lineal. Habrá momentos en la vida que no podremos controlar. La muerte, los problemas relacionales, las crisis económicas, los problemas políticos, las enfermedades, los accidentes... y la lista continúa. Solo cuando nos hemos preparado adecuadamente podemos manejar con humildad (no falsa humildad) nuestras victorias y aceptar nuestros momentos difíciles. El tiempo se utiliza a menudo como excusa para no hacer el trabajo duro. Sin embargo, es solo eso, una excusa. Si establecemos las prioridades correctamente, podemos renunciar a otras cosas y dedicar nuestro tiempo al reto más gratificante de todos: convertirnos en el tipo de persona que nos gustaría que los demás fueran para nosotros.