Por qué la conciencia no es suficiente para cambiar tu vida?
Estancamiento en alta definición
Pasé una década convirtiéndome en una víctima bien articulada. Podía explicar mis neurosis con precisión de doctorado, pero mi vida se veía exactamente igual un martes que un viernes.
Esa es la pregunta incómoda: ¿estás usando la conciencia para avanzar, o para armarte una jaula más detallada?
Confundimos el diagnóstico con la cura. Sientes el nudo en la guata. Lo analizas. Lo envuelves en lenguaje terapéutico y lo escribes en un cuaderno bonito. Lo explicas la raja a tus amigos mientras toman algo. Y ahí quedas.
La brecha entre quien eres y quien quieres ser se endurece en tres cosas:
Identidad: «Es que yo soy así, tengo apego ansioso».
La trampa del estudiante eterno: «Todavía no puedo actuar. Primero tengo que entender bien la causa de fondo».
Un disco rayado: llevas tres años teniendo la misma conversa sobre tu potencial. Nunca baja a tierra.
La incomodidad se supone que es como una piedra en el zapato. La idea es parar y sacarte el zapato. La mayoría aprende a cojear, pero con mejor postura.
La obra en construcción
Si sigues preguntándote «¿qué está mal conmigo?», tu cerebro feliz te va a armar una lista completa de pruebas.
Deja de cavar. Empieza a construir.
No preguntes qué está roto. Pregunta:
«¿Por qué estoy dispuesto a sudar ahora mismo?»
La brecha: ¿cuál es el problema que entiendes perfecto, pero que no has tocado ni con un palo?
La pregunta: ¿qué acción concreta puedes tomar en las próximas 24 horas para acortar esa distancia?
No esperes sentirte listo. No va a pasar.
Lo único que vas a sentir es que estás ocupado.
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Steven Moriarty
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