Los discípulos, aun después de ser azotados y rechazados, salieron llenos de gozo, porque entendían que sufrir por el nombre de Jesús no era una derrota, sino un privilegio. Su alegría nacía de saber que estaban siendo fieles a Cristo y participando de sus padecimientos, mostrando que cuando se ama a Dios, el sufrimiento se transforma en honra y testimonio