Uno de los autores más interesantes y a la vez más misteriosos en la arquitectura venezolana es el italiano Antonio Montini Foschi. Una referencia que relata parte de su biografía nos dice que nació en Civitavecchia, Italia, en el año 1928 y que fallece en Caracas, Venezuela en el 2005. Más allá de su vida, la cual no se describe en el artículo citado, podemos ver una serie de sus proyectos construidos. Un moderno sin temor a riesgos, Montini dejó como legado auténticas joyas que definieron algunas de las edificaciones más particulares de Caracas. Su respuesta a la Villa Monzeglio en Colinas de Bello Monte es una demostración del ingenio de este arquitecto. Diseñada y construida en 1953, el jóven Antonio (de para entonces 25 años) dejaría su huella en varias postales nacionales por la proeza y solución inusual a la accidentada topografía que caracterizaba a los edificios de este nuevo urbanismo. Este espíritu de líneas geométricas y ángulos para romper la ortogonalidad seguirá evolucionando. Los edificios de su autoría están llenos de ritmo y con elementos inesperados que contribuyen a una composición distinta. Tal es el caso del Edificio Las Cumbres, en Los Chaguaramos, que rompe con el clásico esquema de basamento comercial y torre de apartamentos, para en cambio crear un pequeño conjunto dentro de su parcela con una calle/plaza comercial coronada con un edificio simétrico que en planta se abre como las alas de un ave, enfrentando la calle simétricamente con un cuerpo de circulación vertical abierto y de perfil en curva, dándole un gesto de suavidad al elemento proyectado. Otro ejemplo del que debemos hablar para entender a Montini Foschi (también conocido como Nigra) es la legendaria Quinta Las Palmas, en la urbanización epónima. Quién en sus tiempos la nombraban como la Quinta Miss Universo, por ser un regalo del dictador Marcos Pérez Jiménez a la Miss Mundo Susana Dujim. Sin embargo, esta leyenda urbana existe para dar explicaciones al gran globo terraqueo que corona el núcleo de circulación vertical de esta vivienda. La Quinta Las Palmas destacó en su contexto por su inusual fachada y aunque menos reconocida que la Villa Monzeglio (Quinta Olary) también llevó una distintiva identidad a la capital venezolana.

El dia de hoy retomamos el tema de autores de arquitectura en nuestro país, y hoy hablamos del Arq. Diego Carbonell, un experto en arquitectura moderna. A pesar que interactuamos con su obra de distintas maneras (varias realizadas en compañia de Tomás José Sanabria y otras que transitamos día a día) es impresionante notar que no existe una bibliografía dedicada solo a su obra. Carbonell nace en Río de Janeiro y estudia en el Massachussetts Institute of Technology (MIT) cuya trayectoria se destaca por la arquitectura en acero y el desarrollo del estilo internacional. Las obras de Carbonell se adaptan a Venezuela y su materialidad, donde vemos una interesante combinación de ventanales amplios que buscan el exterior junto con una plasticidad manifestada en el concreto en obra limpia. Luego de separarse de su colaboración con Sanabria, podemos ver que la obra de Carbonell sigue un estilo elegante y atrevido. Se puede describir su obra como sobria, pero que en momentos particulares se desata de sus propias ataduras con gestos formales o espaciales únicos. Así pues su legado en Caracas está marcado por edificios icónicos como la antigua sede de la Royal Dutch Shell en Chuao (1), el Edificio Residencial La Hacienda en Las Mercedes (2) o el Edificio Las Fundaciones en la Avenida Andrés Bello (3). Otros ejemplos del lenguaje de este arquitecto, mucho más tendencial a la arquitectura miesiana, los podemos encontrar en la Casa Club del Junko Country Club (4), Centro Comercial del Este en Sabana Grande (5) o la antigua sede del Colegio de Médicos del Distrito Federal frente a la Plaza de las Tres Gracias (6). Finalmente, podemos ver en una etapa tardía una tendencia hacia el brutalismo, típica en la arquitectura venezolana de los 70-80 y que deja una de sus piezas más notorias y a la vez controversiales: El Centro Comercial Ciudad Tamanaco (7). Un conjunto multiusos de oficinas, comercios y hoteles emplazado en la tierra de nadie: un pequeño remanente de Chuao separado por la Autopista Fransisco Fajardo, Prados del Este, la Avenida Río de Janeiro, el Río Guaire y la Base Aérea La Carlota. Este centro incluso refuerza su postura de aislamiento con una periferia de estacionamiento. El mensaje es claro: Este edificio está hecho por el automovil y para el automovil. Los años han pasado y el C.C.C.T. se ha vuelto un elemento tan potente que a pesar de su comprometida ubicación, es un hito del este de Caracas. La influencia es tal, que se han realizado diversas propuestas y proyectos para romper su aislamiento e integrarlo a la dinámica del peatón. Hemos visto como años recientes marcan un gran incremento del tránsito peatonal y vehicular en los alrededores del C.C.C.T. y varios en porvenir.

La modernización de Venezuela inicia en los años 20 con los primeros arquitectos (no ingenieros) que dejarán en su legado un país único. Caracas como el gran testimonio de la cultura venezolana está llena del trabajo de arquitectos de todas partes del mundo que hicieron del valle una pintura viva de toda variedad de formas y colores. Sin embargo, en el resto de Venezuela, la modernidad va a llegar a destiempos, y liderados por pocas figuras. En Maracaibo, en el occidente de Venezuela, este rol lo toman dos arquitectos José Hernández Casas y Miguel Casas Armengol. El caso de Hernández Casas es excepcional, con una trayectoria de más de 56 años (1950-2008), dejó un legado de más de 300 proyectos —al menos 200 construidos—. El 24 de febrero de 1924, en la ciudad de Nueva York, nació José Antonio Hernández Casas. Doce años después, llegaría a Venezuela junto a sus padres para iniciar un camino que, con el tiempo, transformaría la identidad urbana de Maracaibo. Su filosofía proyectual partía de una premisa clara: la función del edificio define su forma, “de adentro hacia afuera”. Siempre abierto a experimentar con materiales y tecnologías, trabajaba con una disciplina meticulosa que le permitía dar a cada obra un “presente continuo” y, a la vez, una contemporaneidad atemporal, siempre teniendo en cuenta el diálogo con el clima cálido húmedo extremo de la región marabina. La evolución de JHC es notable, pasando de un estilo moderno de formas puras y vidrio hacia un brutalismo introspectivo. Estos cambios ligados al panorama arquitectónico mundial también son una referencia a los propios cambios sociales que se desarrollan en Maracaibo. Su trabajo no solo fue técnico, sino profundamente plástico y poético. Vemos un manejo de la forma desde la escala arquitectónica hasta los detalles: gestos y ornamentos que dejan un aprendizaje sobre lo que es la modernidad y la identidad venezolana, estos consiguen en conjunto una imagen potente en el hecho edificado. A continuación algunas de sus obras más representativas: