En estos días he descubierto que mi cuerpo se siente distinto. Ya no camino desde el desenfreno ni desde esa urgencia de tocarme o buscar sexo para calmar algo interno. Hoy, en cambio, siento una tranquilidad nueva, una calma que me relaja.
He aprendido a mirar mi cuerpo desde el cariño, no desde la ansiedad. A reconocer que mi energía vale, que no necesito drenarla para sentirme vivo, sino honrarla y usarla mejor. En esta pausa ha aparecido una fuerza distinta, presencia, claridad, autocuidado.
Y es bonito darme cuenta de que estoy cambiando…