Recuerdo una vez que me hicieron esta distinción: no se le llama escalera, sino sistema de circulación vertical. Aunque es más largo, y a veces sin sentido, siento que la reflexión es la siguiente: la escalera como objeto es diferente al modo o la experiencia de subir (o bajar).
Las escaleras ocupan la publicación de hoy, especialmente porque hay un tema muy pertinente que aplica a toda la arquitectura: ir más allá de la función. Ciertamente el racionalismo nos propone que la arquitectura debe ir desprovista de arreglos y ser totalmente funcional: los espacios tienen un uso específico, las ventanas son para ventilar y meter luz, las puertas son para dar privacidad a los espacios, las cocinas para cocinar y las escaleras para moverse de un nivel a otro.
Pero algo que ha caracterizado a la buena arquitectura es que los elementos no solo son funcionales: siempre son más que ello. Hablamos no solamente de utilidad, sino de como ese elemento también ofrece un estimulo visual o transmite una sensación especial al interactuar con el. Por ello que en uno de mis trabajos en la universidad tuve dificultades para dar con una buena escalera. ¿Que era lo que le faltaba? Intenté varias combinaciones pero ninguna terminaba de cuadrar. Por supuesto, esta experiencia me sirvió para entender que era la escalera, que era la rampa, como se trabajaban, y que es lo que la puede convertir en una experiencia.
Desde los aspectos estrictamente funcionales: una escalera debe servir como parte de la circulación principal (o de servicios y emergencias) del edificio. Debe ser clara, legible, fácil de ubicar y su objetivo más claro imposible: salvar una diferencia de nivel. Debe ser cómoda, respetar ciertas medidas y ser segura para los que la van a utilizar.
Una escalera que está escondida o apartada del recorrido no es idónea. Tampoco lo es si queda muy alejada dentro del edificio, ya que alarga y cansa a los usuarios. Es un error, a su vez, tener una escalera cerca de una puerta sin su respectivo descanso, como también es un error colocar más de 10 escalones en secuencia sin una pausa.
En términos de diseño, hay tantas configuraciones para las escaleras que las posibilidades son infinitas. Los peldaños, la forma en planta, las barandas, la estructura, la partida y llegada. Todas sus partes ofrecen una flexibilidad y oportunidades para trascender. La escalera no es solo escalera: es una experiencia. No necesariamente debe ser una escultura, pero si un elemento importante, destacable, memorable del recorrido arquitectónico.
Les dejo a continuación algunas de mis escaleras favoritas, tanto por ser escultóricas como por su elegancia e importancia dentro de sus respectivos edificios.
- Escalera principal de la Villa Planchart (Gio Ponti) Caracas, Venezuela
- Escaleras de La Muralla Roja (Ricardo Bofill) Calpe, España
- Escalera Principal de la Casa de la Juventud (Luigi Moretti) Roma, Italia
- Escalera de la Residencia Olivo Gomes (Rino Levi) Sao Jose Dos Campos, Brasil
- Escalera de la Galería de Arte de la Universidad de Yale (Louis Kahn) New Haven, EEUU
- Escalera del Palacio Itamary (Oscar Niemeyer) Brasilia, Brasil
- Escalera de la Quinta Mágica (Alejandro Pietri) Caracas, Venezuela
- Escalera del Edificio Colón (Josep Rivas González) Barcelona, España
- Escalera, General Motors Technical Center (Eero Saarinen) Michigan, EEUU
- Escalera del Showroom Olivetti (Carlo Scarpa) Venecia, Italia
¿Cúal es tu escalera favorita? Cuéntanos en comentarios y comparte imágenes para ampliar el repertorio. ¡Nos vemos en el próximo post!