Hay algo que vengo charlando con varias emprendedoras, y cada una lo dice a su manera, pero todas apuntan a lo mismo: ya no sabemos en quién confiar.
Hay contenido por todos lados, consejos por todos lados, gente que “sabe de todo” por todos lados… y una termina mareada.
Y encima Google cambia, las IA cambian, y nosotras ahí, tratando de entender cómo hacer para que nuestro trabajo se vea.
Pero hay algo que sí tengo claro: cada vez importa menos “cómo escribís para el algoritmo” y cada vez importa más quién sos cuando escribís.
Porque posicionarnos —en Google, en las IA o donde sea— ya no pasa por ganar una carrera técnica.
Pasa por transmitir algo que ninguna herramienta puede copiar: tu experiencia real.
Google y las IA están intentando filtrar el ruido.
Y te digo la verdad: nosotras también.
Queremos encontrar voces confiables, no textos perfectitos que parecen decir mucho pero no dicen nada.
Queremos historias reales, miradas propias, gente que habla desde lo que vive.
La confianza digital se volvió clave.
No esa confianza que se declara con un “soy experta”, sino la que se siente.
La que se gana cuando contás las cosas con honestidad, sin exagerarlas, sin copiar frases que suenan tan prolijas como vacías.
Y sí, puede sonar más lento, más artesanal, más humano. Pero justo por eso funciona.
Podés publicar mucho, pero si la gente no siente que estás ahí de verdad, no sirve.
En cambio, cuando aparece tu voz —tu forma de ver las cosas, tu manera de resolver, tus dudas también— eso llama. Eso atrae. Eso posiciona.
Y acá hay algo importante: Google y las IA también están empezando a reconocer esas señales.
No porque entiendan emociones, sino porque están buscando pistas de contenido auténtico: claridad, coherencia, ejemplos concretos, una perspectiva propia
Entonces, te pregunto lo mismo que me pregunto yo cada vez que me siento a escribir:
✔️¿Estoy hablando desde mí o desde lo que creo que debería decir?
✔️¿Estoy compartiendo algo que realmente viví o estoy repitiendo fórmulas que no me representan?
Porque cuando la respuesta es “sí, esto soy yo”, conectás más.
Y esa conexión, con personas reales, termina haciendo que Google y las IA también te ubiquen mejor.
No por magia.
No por técnica.
Por confianza.
Para mí, ese es el motor de posicionamiento que viene.
El humano.
El que no se puede automatizar.