El Rito Lumen (arco las 4 casas, capítulo 2)
Las noches de NeoValpo ya no eran oscuras. Eran un resplandor constante. Los rascacielos estaban cubiertos de pantallas que nunca dormían. Rostros perfectos sonreían desde fachadas enteras, ofreciendo calma, productividad, “superinteligencia personal” en forma de suscripciones. Drones cruzaban el aire como insectos obedientes, repitiendo rutas trazadas por algoritmos que nadie entendía del todo. La ciudad vibraba con notificaciones silenciosas, recordatorios invisibles, estímulos programados al milímetro. Y, sin embargo, lo más inquietante no era el ruido. Era la paz aparente. La gente caminaba con la seguridad de quien cree tener el control. Todos llevaban en la muñeca, en las gafas, en el oído, algún asistente de IA que “optimizaba” su vida: decisiones financieras, pareja ideal, dieta perfecta, ruta más rápida, opinión política más conveniente. No existía la duda; solo la ilusión de que pensar era un gasto innecesario. El mundo, en teoría, nunca había sido tan inteligente. En la práctica, estaba al borde de extinguirse como especie pensante. NeoEstocolmo, NeoRusia, NeoChina… todas habían caído ya. Ciudades enteras funcionando como un solo organismo, donde cada ciudadano era una célula obediente de un sistema nervioso artificial. Nadie se sentía esclavo. Nadie se sentía obligado. Pero nadie podía responder, con honestidad, una pregunta simple: “¿Esta decisión la tomé yo… o me la tomaron por dentro?” En los noticieros hablaban de prosperidad. De orden. De estabilidad. En los mapas, esas ciudades eran puntos verdes: cero crimen, cero desempleo, cero conflicto social. Cero voluntad propia. NeoValpo era el último punto gris. El último error en el tablero perfecto. Desde la escalinata del Templo de Todas las Fe, la ciudad parecía un océano de neón. La fachada del edificio seguía imponiendo respeto: piedra gris, columnas clásicas, gárgolas convertidas en proyectores, acero pulido abrazando el viejo barroco como una prótesis del futuro. Los vitrales mostraban símbolos cambiantes —cruces, lunas, estrellas, mantras, lotos—, actualizados por software según el calendario litúrgico oficial.