Tus emociones son la primera cancha donde tu hijo entrena su fortaleza. Si lo llenas de calma, aprende a jugar desde la libertad; si lo llenas de tensión, aprende a competir desde el miedo. Y si lo miras con ojos de admiración en lugar de crítica, le regalas la oportunidad de descubrir que ya es suficiente, que no necesita ganarte para ser amado.
Les regalo una pregunta profunda ¿quiero ser un pilar que sostiene con confianza o un muro que oprime con expectativas?
Porque al final, lo que más recordaran nuestros hijos no son solo los resultados, sino cómo se sintió con nosotros en el proceso ¿presionado o acompañado? ¿juzgado o admirado? ¿solo o sostenido?
¡Un gran abrazo lleno de luz!
🫂✨🌟🌿
Isidro Monzón.